BREVE HISTORIA DEL ADVIENTO
El tiempo de Adviento se forma gradualmente en la Iglesia desde el siglo IV. Hacia el final de ese siglo, en la Galia y en España existe un período de preparación a la fiesta de Navidad. Esta fiesta acababa de ser establecida en Roma como una especie de cristianización de la celebración pagana del Sol de victoria: Natale SolisInvicti, celebración del solsticio de invierno, en el que el sol triunfa sobre la oscuridad. La Iglesia de Roma ha visto en él, el símbolo de Cristo vencedor de las tinieblas del mal. Para la Iglesia católica es la ocasión de celebrar el 25 de diciembre el nacimiento en carne de Cristo. La Iglesia católica ve en esta fiesta el cumplimiento de las Promesas y el comienzo de la liberación: la Pascua del Señor.
El Concilio de Zaragoza, en el 380, impone a los fieles tomar parte cada día de las reuniones de la Iglesia, desde el 17 de diciembre hasta el 6 de enero. En el siglo VI, San Gregorio de Tours señala un tiempo de penitencia desde el 11 de noviembre hasta Navidad. Durante este tiempo se ayuna tres veces por semana; es lo que luego se llamó “la cuaresma de San Martín”. En el siglo VI, el Adviento tenderá a tomar la misma amplitud que la Cuaresma.
El Adviento era una preparación para celebrar el nacimiento del Señor, pero sobre todo fuera de Roma, era también espera de su Parusía. Sabemos que fuera de Roma se pueden encontrar, desde el siglo IV, huellas de una celebración del Adviento. ¿Cómo explicar que, en Roma, donde fue creada la fiesta de la Navidad, se celebrase el Adviento tan tardíamente?; y ¿cómo explicar, en la celebración romana del Adviento, la insistencia en las dos dimensiones de la espera en el Adviento?
Se puede pensar que Roma sólo veía en la Navidad una fiesta preparatoria a la de Pascua. Era para los cristianos romanos una especie de Pascua incoativa y querían reservar a la Pascua toda la importancia de una preparación que desde el siglo IV va a comprender la proceso catecumenal o de iniciación de los cristianos en la fe. Por otra parte, querían reservar a la Pascua toda la importancia de la celebración, como centro que es del misterio de salvación.
La Navidad se celebra en estrecha relación con el misterio pascual, como el inicio del triunfo de Cristo sobre el mal. Los Padres de la Iglesia unen la llegada del Señor a Belén con su segunda venida gloriosa al final de los tiempos. La Navidad es ya para los Padres de la Iglesia, a través de la humildad del pesebre, una fiesta de triunfo unida al triunfo redentor de la cruz y al triunfo final de Cristo que vuelve.
Autor: Reverendo Mario Sánchez Caballero