
I DOMINGO DE PASIÓN | |
INTROITO | Salmo 42:1-2; Salmo 42:3 |
EPÍSTOLA | Hebreos 9:11-15 |
GRADUAL | Salmo 142:9-10; Salmo 17:48-49 |
TRACTO | Salmo 128:1-4 |
EVANGELIO | Juan 8:46-59 |
Reflexión dominical
En el evangelio de este domingo, en el templo, Jesús dijo: “Si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás” (Juan 8:51). Porque Jesús vino a gustar la muerte por nosotros, para liberarnos de su poder.
En sus palabras vivificadoras, somos liberados del aguijón de la muerte y de su juicio eterno. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, que entró en el Lugar Santísimo y con Su propia sangre obtuvo la redención eterna para Su pueblo (Hebreos 9:11-15). Él es el que era antes que Abraham y, sin embargo, es su descendiente.
Cristo es el Hijo prometido que lleva la leña al monte para el sacrificio, que es atado y depositado sobre el altar de la cruz. Él es el cordero que es ofrecido en nuestro lugar. Aunque Jesús es deshonrado por los hijos del diablo, es vindicado por el Padre a través de la cruz. ¿Dónde pones tu confianza? La respuesta es: en Cristo Jesús nuestro único mediador y salvador.
Autor: Reverendo Mario Sánchez Caballero