Reflexión dominical: 1º Tesalonicenses 4:1-7 | Mateo 17:1-9
El Señor se apareció a Moisés a la luz de la zarza ardiente (Éxodo 3:1-14). Más tarde, el rostro de Moisés brillaría con la luz de la gloria de Dios cuando descendió del monte Sinaí (Éxodo 34:29-35). En la Transfiguración, Moisés y Elías aparecieron con Aquel que es la Luz de la Luz misma (Mateo 17:1-9). La gloria de Jesús como Dios resplandece con brillante esplendor en su naturaleza humana y a través de ella.
Mediante esta epifanía, nuestro Señor confirmó la palabra profética, revelando que Él es el cumplimiento de la Ley y los Profetas. Manifestó su majestad como Hijo eterno del Padre, y preanunció maravillosamente nuestra adopción como hijos (1º Tesalonicenses 4:1-7). Los que hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo vislumbramos la gloria que compartiremos con Él en la resurrección del último día.
Autor: Reverendo Mario Sánchez