Santísima Trinidad, un solo bautismo

Reflexión dominical: Romanos 11:33-36 / Mateo 28:18-20

 

La Iglesia celebra hoy el misterio central de nuestra fe, la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, el misterio de la vida íntima de Dios. La liturgia de la Santa Misa nos invita a tratar con intimidad a cada una de las Tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La fiesta fue establecida para todo Occidente por el Papa Juan XXII en 1334, y quedó fijada para este domingo después de Pentecostés. Hoy podemos repetir muchas veces, despacio, con particular atención: “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”.

Pablo reconoce, que Dios Trino y su intimidad, es un misterio para la razón humana: «¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!» (Romanos 11:33).

Por eso, vino Cristo y se hizo hombre, para instruirnos y dadnos unas ordenanzas con promesa. “«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» … Lo que El había mandado, parte se refería a la doctrina, parte a los preceptos. Y notemos que aquí no hace mención alguna de los judíos, ni saca a resplandecer lo pasado, ni amonesta a Pedro por su negación, ni a ninguno de los otros por su fuga. Lo que sí les manda es que vayan por todo el orbe de la tierra, encomendándoles la enseñanza cristiana esencial: el bautismo.” (Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 90, 2 [PG 58, 789: BAC 146, 728]).

Concluimos con las palabras del apóstol Pablo: «Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos» (Efesios 4:4-6).

 

Autor: Reverendo Mario Sánchez

Citas bíblicas: Biblia del Peregrino, 1993 ©

 

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