El tiempo de Adviento hispano-mozárabe consta de seis semanas, y comienza con el primer domingo que cae entre el 13 y el 19 de noviembre, esto es, el más próximo a la festividad de san Acisclo (17 de noviembre).
Durante este tiempo, se celebra la venida del Señor, que se concreta en tres momentos: la venida del verbo de Dios en carne, naciendo de la Virgen María; la venida del señor en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la eucaristía; la venida de Cristo al final de los tiempos para juzgar al mundo.
Los temas teológico-litúrgicos de este tiempo son los de alabanza, súplica, profesión de fe con un deseo por la verdad, Cristo-luz que viene. La utilización de modos verbales en tiempo futuro y el adjetivo ecce (está cerca), ponen de manifiesto la venida del esposo, que purifica a la Iglesia por medio del ardor de la esperanza.
Los temas de las perícopas evangélicas de Adviento pueden reducirse a tres: la predicación de Juan en el desierto, el anuncio del juicio final y la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Los dos últimos se derivan del primero: en la predicación de Juan resuenan las amenazas del juicio; para suavizar y dar mayor profundidad a la contemplación del terrible adventus, se propone también la memoria de la venida del rex mansuetus. A su vez, el tema de la predicación de Juan en el desierto se deriva del bautismo de Jesús, misterio central de la Epifanía. Por otra parte, los oráculos de Isaías y otros profetas, principalmente, manifiestan el sentido adventual que ha llegado a ser característico del Adviento en todos los ritos occidentales.
Los textos eucológicos del ciclo de la venida del Señor, ofrecen una riqueza tanto teológica como espiritual, en vista a que los fieles puedan vivir el Adviento, tiempo propuesto anualmente por la Iglesia en su liturgia, como preparación a la venida del Señor. Los fieles han de consagrar estos días a Dios, celebrándolos
con devoción y solemnidad. Los cristianos hispanos celebrando el misterio de la encarnación con devoción viva y sincera, y con plena determinación, esperan llegar ante el Señor en su venida final, llenos de alegría y gozar de la amenidad del paraíso. Los textos señalan, además, como la encarnación es una iniciativa totalmente divina.
En fin, la venida de Señor ha de ser celebrada con actitud de vigilancia, cuidado y cierto temor. Los fieles temen este momento, por eso piden insistentemente al Señor que los prepare adecuadamente ahora (en esta vida), para superar con seguridad y tranquilidad el trance definitivo.
Una de las formas más eficaces de vigilancia es la oración. En ella el creyente pone de manifiesto su situación e indigencia, confiando que con la ayuda del Señor podrá superarla. La celebración de la eucaristía hace presente, de manera sacramental, tanto la primera venida del Señor, como la futura. En las celebraciones litúrgicas los fieles no viven simples recuerdos, sino realidades presentes y efectivas: La eucaristía es anámnesis de la encarnación (comprendiendo todos los demás misterios que la siguieron) y de la parusía del Señor.
La conversión, la vida de fe, gracia, santidad, caridad, misericordia y paciencia, junto con las actitudes de temor, vigilancia y cuidado, son un programa de espiritualidad cristiana. No sólo válido para el tiempo litúrgico de Adviento, sino para toda la vida del cristiano.
No faltan tampoco alusiones a la maternidad de María, propio del Adviento occidental. En el rito hispano-mozárabe se instituyó en el Concilio X de Toledo, que tuvo lugar el año 656, la gran solemnidad mariana del 18 de diciembre, denominada de “santa María”, la única fiesta de la Virgen que se celebraba en España con anterioridad al siglo IX, que celebra el misterio de la encarnación. Cuando en Occidente se extendió la celebración de la Anunciación de santa María el día 25 de marzo, nueve meses antes del nacimiento de Jesucristo, la Iglesia de la península Ibérica se negó a interrumpir las prácticas penitenciales del tiempo cuaresmal con una celebración que pudiera distraer a los fieles cristianos de su preparación para la Pascua. Por ello, se fijó esta fiesta para celebrar la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de María una semana antes de la fiesta de Navidad.