Reflexión
Jesús, el Cordero de Dios, es llevado al sacrificio de su cruz como sacrificio de expiación por los pecados del mundo. “Despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto” (Isaías 53:3), Cristo es el Siervo justo que justifica a muchos por su sufrimiento y muerte inocente. Él ha muerto por amor a nosotros.
Cristo lleva nuestros dolores y carga con nuestras penas. Cristo es herido por nuestras transgresiones. Cristo es aplastado por nuestras iniquidades. Cristo sufre nuestro castigo, de modo que “por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4-5).
Como Hijo de Dios, cumple por nosotros la Ley y así se cumplen las Escrituras (Juan 19:7.24). Porque en Cristo, “Dios reconciliaba consigo al mundo entero, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2º Corintios 5:19).
Autor: Reverendo Mario Sánchez Caballero