(Propios de la misa) | |
INTROITO | Salmo 46:2; Salmo 46:3 |
EPÍSTOLA | Romanos 6:19-23 |
GRADUAL | Salmo 33:12; Salmo 33:6 |
ALELUYA | Salmo 46:2 |
EVANGELIO | Mateo 7:15-21 |
Reflexión dominical
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15). El engaño tiene su fuerza en hacerse pasar por la verdad. Los falsos profetas hablan de una visión de su propio corazón, no de la boca del Señor (Jeremías 23:16-29). Niegan el juicio del Señor, hablando paz a los impenitentes, cuando en realidad hay condenación e ira.
“Por sus frutos los reconoceréis” (Mateo 7:20). Los “frutos” de un verdadero profeta no son la justicia exterior o el éxito, sino la fidelidad en la proclamación de la Palabra del Señor. Esta es la voluntad del Padre celestial, que los pastores cuiden del rebaño, los adoptados del Padre (Romanos 8:12-17), advirtiéndoles contra los lobos y sus mentiras, y pastoreando la Iglesia de Dios que Él compró con Su propia sangre (Hechos 20:27-38).
En efecto, la cruz es ese buen árbol que da buenos frutos: los sacramentos entregados y derramados por ti para el perdón de los pecados.